No podía quitarme de encima la sensación de que algo andaba mal. Mi jefe, Will, tenía una regla. El dormitorio principal estaba fuera de los límites, y tenía que respetar eso. Pero cuanto más me lo prohibía, más crecía mi curiosidad. Cada día, mi curiosidad se hacía más y más fuerte. Cuanto más intentaba apartar el pensamiento de mi mente, más me preguntaba qué secretos había más allá de la puerta. Era como un fuego ardiente, una magia me empujaba hacia él, llamándome en una canción irresistible. Finalmente cedí a mi tentación y subí las escaleras. Cuando estuve seguro de que estaba solo, abrí la puerta. Mis ojos se abrieron de par en par y mi cuerpo respondió con una mezcla de conmoción y excitación. Sentí un escalofrío recorrer mi columna vertebral y mi clítoris comenzó a hormiguear. En su habitación, a los pies de la cama, había una mesa forrada con ropa de bondage, látigos y juguetes sexuales. ¿A quién se le usaron? ¿Solo su esposa? ¿Una amante? ¿La tercera? Imaginé a Will usando los juguetes con cualquiera, y una punzada de celos se encendió dentro de mí. ¿Por qué quería ser esa persona? Me lo imaginé atándome con las correas, burlándose de mí con los consoladores y usando el látigo sobre mí. La idea me estremeció y sentí que me mojaba. Justo cuando estaba perdido en mis pensamientos, escuché que se abría la puerta detrás de mí, y Will se quedó allí, con una sonrisa maliciosa en su rostro. Sabía que me esperaba un viaje salvaje.Descargar Gia Dibella en ‘Fifty Shades of Babysitting’Descargar Gia Dibella en ‘Fifty Shades of Babysitting’